Yo no lo conozco personalmente, le escribo hoy por que ella insiste en que sí lo conoce y que lo conoce muy bien. Señor, Hombre, Animal, sea quien sea usted, ayúdeme, ya no se qué hacer con ella. Últimamente la sorprendo llorando por usted, dice que es por la marca que le dejó en el pecho, le pregunté que donde, que no veo nada, y dice que abajo de la piel, que abajo de los huesos, dice que está en sus vísceras, que la siente cuando come, cuando duerme, cuando ama, cuando respira. Dice que quema, que arde.
También la he visto maldiciendo su nombre en un silencio casi inaudible, amándolo en secreto a voces, buscándolo en la calle. Camino con ella, -o más bien, detrás de ella- por varias avenidas y le juro a usted que la he visto volviéndose un radar de ojos negros, pero no encuentra córneas tan oscuras como las suyas, entonces fija la mirada al suelo y busca las sombras, pero ninguna, ninguna, se asemeja en presencia a la de usted. Un día, después de sus búsquedas inútiles, se tiró al piso y sollozó brevemente, luego se levantó con los ojos desorbitados y corrió a comprar pintura, y la vi, hombre, le juro que la vi pintándose la piel de colores hasta desaparecer. Se volvió una especie de camaleón forzado y déjeme decirle que yo pienso que lo hace para olvidarse de si misma, de esa niña ingenua que caminaba a lado de usted insegura y triste, triste por la inevitabilidad del final, herida profundamente por el porvenir.
Me dice que se siente vieja, muy vieja, pero que no se siente sabia. Luego se echa a llorar y grita muy desesperada, dice que todo lo que toca está hecho de piedra, y lo repite una y otra vez. Yo no entiendo qué significa eso, quizá usted lo sepa… A veces pienso que Bukowski la escribió y que en cualquier momento se va a cortar la cara enfrente de mi.
A pesar de lo anterior, me gusta pensar que, sea quien sea usted y donde sea que ande, no la imagina como un ser enloquecido y obsesionado, me gusta pensar que también la va a querer por siempre, como yo la voy a querer aunque ella no me quiera a mi, aunque yo la he visto cuando piensa que está sola, leyéndolo a usted a escondidas sin decirle a nadie. A nadie, nunca.
Me pregunto, y de paso le pregunto a usted, ¿Qué le depara? En este mundo que se derrumba y se reconstruye a cada caída del sol… ¿qué le puede deparar a alguien así?
Le pido disculpas infinitas por los debacles que le escribo, es que en medio de todo este caos, me encontraba leyendo El Espíritu de la Ciencia Ficción y se metió una astronauta rusa en mi lagrimal que lentamente me llevó a este sitio y me dijo que quizá aquí usted podría leerme, y ayudarla. ¿Qué me aconseja que haga con ésta niña ingrata?
Atentamente,
La sombra que ella nunca pudo querer.
Ministro del Espacio
Que abra las escotillas de lo roto y dé un paseo espacial. Y mire el mundo y el polvo.