Nos espera un largo ademán tras el aire, un jirón de pequeños recuerdos y caminatas, también papeles, disfrazados de poesía y garabato. Nos espera un redoble sin anunciarnos, en la calle más tímida de tu cabello. Yo aprenderé a tocar el piano y otros sexos como si en ello me fuere la vida, la muerte, o ambas. Tu aprenderás el oficio de lo diario, los recados, la cocina, el ronroneo de cuando amanece. Yo escribiré de madrugada sobre marcianos y botellas, estacionaré mi torso y mi cabello despeinado en el aullido de las ventanas y miraré entonces el lomo de los autos como cuando te miraba la espalda. Sucede que detrás de cada roce me he quedado más a solas: yo ya estoy menos conmigo y más en donde me pronuncias. En las pocas cosas que nos esperan, hallarás para ti una enredadera de sonrisas recién desempacadas, como flamantes boletos para el metro; hallarás un baile electropop de azotea, un blues encuerado para que te encueres con el amante en turno. Hallarás plazas abatidas y McDonald’s a la vuelta y pedirás una cama Big Mac e hijos o sobrinos Cuarto de Libra. A veces hablarás mientras miras al espejo y le sobas el prepucio con ternura a tu compañero. Pensarás en las cortinas, en internet, en los ositos de felpa, en las pijamas, en los helados, en el calentamiento particular, en los vecinos, en el olor de las sábanas, en los cepillos de dientes, en fin; te sorprenderás divagando sobre inútiles bellezas hasta terminar leyendo en los sillones cualquier otra angustia, cualquier otro callejón para otros abecedarios. Es probable que una mañana descubras lo rugoso de la felicidad y en un gesto de pies a cabeza sonrías, solo para ti. Imagino que los días, serán esa prosa exacta que debimos. Yo no espero que la vida me dé algo. Haré costuras invisibles en cada mirada, me calzaré los tenis y saldré a repartir mi silencio en los artefactos y los anuncios. Entraré a los hoteles solo para oler el amor de barrio. Comeré tacos o pozole junto a los parques. Arruinaré millones de chistes y momentos. Participaré en concursos serios de última hora, a primera vista. Me ganaré carcajadas. Muchas carcajadas. Es una fortuna que yo mismo vaya olvidando mi nombre, para poderme reír a gusto. Nos espera una cuadrícula en el espacio, en donde se oirá el Opus 90/3 de Schubert o a Vicente Fernández quebrándonos las mesas. Nos espera la anatomía de otros países, otras voces, el agua clara que va a limpiarnos el dolor de los pies, o la mugre y la cara. Nos espera un cigarro encendido, para purgarnos de asesinato y frío, de las manecillas, de la borrachera o de un orgasmo. Nos espera el pulgar levantado para los aventones sin academia, la Britney-señal para mandar al diablo al diablo y a todos esos angelitos con cara de pendejo. O pendeja. Tendrás que correr muchas veces. Alimentar a los patos y a los tulipanes. Ordenar tus libros para volverlos a desordenar. Tendrás que hornear pastelitos o diademas, con la estufa precalentada y las lágrimas bien frías. Tendrás que regalarte minuciosos trozos de calma y pastel. Sentirás los barrios del mundo, las catedrales y sus eróticas velas alumbrando infieles, sentirás terremotos en la columna vertebral, inundaciones de pupila, incendios forestales en el pubis. Sentirás como los dados están cargados y dispararás contra todos los idiotas-zombis de mierda que se atraviesen. Yo hablaré con los sombreros, con los tamales; tendré que hablar con los policías o los presos en los separos municipales. Seguiré hablando aún cuando esté muerto, y mis voces se oirán en los departamentos vacíos, en los vagones del tren en la última corrida, en los dedos sin huella digital, en los hilos que sobran, detrás de las iglesias, debajo de las mesitas de los bares, en el orín de los teporochos, en la muela de los perros flacos, en las letras abusivas de los contratos pequeños, en los acetatos rayados, en el crujir de la piedra, en los calzones tendidos, van a oírme las sillas de ruedas, los bigotes mal cortados, las espinillas, los jorobados, las abuelitas cabronas. Nos espera, a cada uno por su lado, un anecdotario de coartadas, una hoja en sucio de cuando nuestras rodillas doloridas, una idea, un mensaje por cada diente, un campo de caña y pomarrosa, una noticia en segunda plana, un grano de arena al borde del mar, una bicicleta, un ademán tras el aire, un jirón de pequeños recuerdos.
Ahí la respuesta.