Este memorama nuestro. Juego de lejos. Juego de soplar a lo invisible de arriba a abajo y viceversa. Juego de ponernos y oponernos a escribirnos cada tanto y decirnos lo que sea. Juego de olvidarnos mentirosamente, solo para regresar las cartas a su posición original. Detrás de cada imagen hay una sonrisa, un gesto del que pronto nos olvidamos para no completarnos nunca y no ser los tristes aburridos que se mecen en las mesas. Jugamos a no ser. Jugamos a escondernos de los ojos, esos ojos toscos que no nos dicen nada, los ojos de los otros, lo otro de esos ojos que abunda y que es igual en todos. Tu y yo tenemos otras verdades, otras manos, otras ciudades por las que transitamos como si nada, nos trazamos, nos trenzamos, como dos posibilidades inmediatas en lo imposible. Alguien más juega con nosotros, nos voltea y nos descubre distintos y nunca atinamos a ser el par que quizás. Mañana es ayer y hoy y hasta pronto cada vez que nos vemos y un quedarse queditos cuando el otro se va yendo y nos miramos las espaldas. Voltear entonces, no es más que el mismo juego de memorizar nuestro tiempo, el compartido, que es distinto a los dos. Estar en el mismo mundo como en una mesa mundana del bar más tranquilo del barrio es nuestro juego, la infinita posibilidad de descubrirse en cualquier espacio, bajo cualquier mano, quietos y solos o fácilmente volteados por la rápida acción de un instante azaroso.
MdE
Desorden
…recordarnos siempre ha sido una cuestión de cartas…