Hablar de uno,

Crónica

Hablar de uno…

de los propios,
de lo íntimo.
Como un cofre abierto
para sabernos cerca
por si de algo sirve
en estos tiempos de alejamiento tan cercano.

Ciudad Desierta. Ministro del Espacio

 

Itzia Pintado


1

Inicio esta crónica de confinamiento el 13 de junio, pero hagamos un flash back al domingo 31 de mayo, donde al amanecer, la fiebre de Zen me prende una alerta. Leve fiebre, pero fiebre. Ardorosa fiebre compartida en un encuentro dominguero donde hay besos miles y eróticas comprobaciones del amor.

Desde hace tiempo temo el poder de los virus y desde hace tiempo, aunque suene horriblemente anti romántico, tomo una precaución que ahora siento determinante compartir: una vez hago el amor, me limpio con germicida la boca, usualmente Plata coloidal o MMS. También limpio mis genitales. Desde que sé que vivo con esclerosis múltiple es un hábito. Temerosa de que mi capacidad inmunitaria no la libre, no me permito enfermarme y evado cualquier entrada posible al peligro. Me pasa con el amor, me pasa con la comida sospechosa. Algo me suena a peligro y me limpio yo misma como una gata. Y eso hice ese domingo 31 de mayo.

Visto a distancia no sé si eso ha permitido que mis síntomas no sean determinantes, aún no lo sé, el lunes llegará el resultado de la prueba y con ella una nueva oleada de temor o una nueva oleada de alivio. Ya lo sabremos.

Pero no perdamos la secuencia y volvamos a la noche del 31 de mayo.

Zen mismo decide cambiarse de cuarto y empezar un protocolo de MMS (4 gotas activadas 3 veces al día). Agradezco el aislamiento voluntario y responsable. Nos miramos con cierto pudor, algo de temor muto, de su parte noto una pizca de culpa, en mi mandíbula reconozco cierta rabia. Esa noche me pongo la guarda, empiezo a bruxar de nervios, de insomnio, de temor, de nuevo: el miedo.

Sigamos.

Llega el lunes y vuelvo a verlo con fiebre. Al día siguiente, martes, pide la prueba. Cuando nos envían las precauciones para recibir a quien hace la prueba a domicilio es que me cae el primer veinte: toda la casa puede estar infectada. Incluso hemos comido juntos. Hemos sido precavidos a la hora de dormir, pero los espacios comunes siguen siendo comunes. Y ese martes 2 de junio, se cierran.

Mi amorcito queda aislado, me dedico a clorar todo lo clorable: ropa, trapos, trapeadores, pasillos, manijas, apagadores, pasamanos, orillas.

Decidimos juntos el kit de prevenciones, el MMS queda de su lado, yo seguiré con plata coloidal, la comparto con los chicos. Mis hijos.

Saco la aspiradora, paso por libros, estantes, rincones. Pongo trapos húmedos en la entrada de la casa y una palpitación empieza sumarse a los latidos. No es algo nuevo, es el temor. Lo peor de toda historia de salud, es el miedo. Y el martes entra.


Miércoles 3 de junio.

Es el día de la prueba y llega Araceli. Ya tengo su baño desinfectado; la espero y guío con una distancia prudente.

Araceli es menudita, no mas de 25, pelo negro y cejas tupidas. Viene vestida como chavita. Parece estudiante; salvo su pequeño kit en la hielera, nada la delataría como enfermera. Trae en otra bolsa su ropa desechable y muchos papeles. Me comenta que su itinerario es enorme. La dejo frente al baño. Entra una tierna mujercita y sale un astronauta vestido de azul celeste con un armamento casi punzocortante. Cubierta de mascarilla y guantes, dispuesta a sacar mucosa y flemas, es una vengadora celestial.

Araceli entra al cuarto, logra llegar mas adentro que yo misma, toma la muestra en la garganta de mi amorcito. Las fosas nasales es un tema, lo veo sufrir, se pone rojo; por primera vez en días le veo color y es un color provocado por la molestia. Leve. Rápidamente se recupera. Mi amorcito es un toro. Araceli rompe los hisopos y activa las pruebas: dos por fosa nasal y una por garganta; las guarda en su hielera y en el baño se cambia de ropa.

Sale de nuevo una tierna mujercita. Bajamos, le doy el talón de pago por $2800 pesos. Gasto inesperadísimo y que claro, nos da en la madre, pero lo vale. Entre sus miles de papeles se le olvida su itinerario, tengo que asomarme al balcón para avisarle, estoy a punto de tocar los miles de papeles y me freno, me pongo guantes, se los bajo. Nos encontramos más cerca que nunca, es ahí donde me atrevo a preguntar. Araceli, franca, me dice que va a salir bien, que ha visto muuucho peores y que cuando están muy mal ella misma los reporta, piensa que la prueba podría ser negativa y yo respiro. La miro sentarse en la jardinera de enfrente, sacar su celular, revisar su ruta, sacar de su bolsa otra ropa azul celeste, acomodarla para una nueva prueba y tomar agua.

Los días pasan con una extraña sensación de normalidad aparente. Aunque la fiebre no baja, tampoco sube. Lo que noto es que mi amorcito, que es un toro, se me desinfla un poquito cada día. A distancia observo como cuesta subir el escalón de su cuarto al baño.

Quiero pensar que es una simple gripa, que la vida no puede detenerse hasta tener certeza de que requiere ser detenida. Hago las cosas que tenía que hacer con extrema precaución y aviso con quienes hemos tenido contacto que tengo un enfermo en casa sin diagnostico aun, pero estable. Pido que se alejan mas del metro y medio. El herrero acepta venir a trabajar, le dejo la llave le doy indicaciones y me subo a casa. El viernes voy a la firma de los contratos de los locales, siempre con guantes y mascarilla, siempre lejos del otro. Uno se logra, el otro se cae, no hay condiciones, lo entiendo. Salgo de ahí tranquila, en ninguno momento expuse al otro y pude avanzar. La firma del contrato logrado implica la activación de la vida laboral de los corredores inmobiliarios, de la emprendedora que desea abrir lo antes posible y no dejar sin empleo a sus tres cocineras. En la balanza, ambos son temas de salud: el confinamiento tanto como la activación.

Contradicciones necesarias.

Todo es un ying yang.

Salgo de la firma y hago una compra grande, me cuido de no estar cerca, pero los pasillos son estrechos. En cuanto siento avanzar a alguien hacia mi, me detengo, me pongo de espaldas, le cedo el paso… es una danza de sombras y burbujas invisibles donde el paso base es no tocar la burbuja del otro.

Claro, llego a casa agotada. Y el gato, y el perro y el amorcito enfermo y los chicos nerviosos, vuelven las preguntas: ¿hice mal, a cuantos contagié en ese trayecto? Nuevamente pongo la balanza en la mente: se logró la firma. 6 personas beneficiadas, comida en la mesa… la vida sigue, debe seguir.


Sábado 6 de junio.

Llega el sábado y el amorcito amanece animoso, ya con ganas de salir, ya sin fiebre. Pero al ratito la fiebre vuelve, otra vez 38. Vuelve a acostarse, lo veo irse y lloro.

Es día del cumpleaños del padre de mis hijos y se me ocurre invitarle un pastel, para que se vean. Yo me refugio en la parte de arriba, mi amorcito en un cuarto, yo en otro, los niños abajo con su padre. No hay contacto, ni siquiera nos vimos. Error, esa noche llega la prueba.



Al inicio no sabemos como interpretarla, la duda esta por ambos lados, la duda, el temor, la negación. Nuevamente el miedo toma la delantera. Pedimos ayuda, Z. confirma con su cuñado médico, yo confirmo con mi acupunturista y tío, que es médico del IMSS… y sí, ambos, casi a la par lo afirman. Es positiva.

Mi sensación es de derrota, de que todo alrededor es más grande que nosotros, que, aunque nos hemos cuidado y hemos tratado de mantenernos en la medida de lo posible distantes, esto es mucho mayor que cualquier cosa que hagamos. El doctor J. habla con Z. Le manda una cantidad de medicinas que me asustan.



La taquicardia empieza a ganar terreno, se instala un run run en mi corazón. Son las 11:50.

Es sábado y ya es imposible dormir.

La noche se vuelve demasiado inquieta…

Las ambulancias, que, desde el silencio del confinamiento, en marzo, han sido el único piso a la urbe, parecen sonar más duro, más cerca, mas agudo, mas contantes, más veloces. Es evidente que tengo un ataque de ansiedad. Me conecto a la aplicación que desde hace tiempo me guía para meditar y tener visualizaciones positivas… Es un crack…

https://insighttimer.com/

Finalmente, en alguna de las meditaciones me quedo dormida.


Domingo 7 de junio.

El despertar del domingo se vuelve amargo, pesado. El cuerpo está débil, el ánimo lo hace más denso aún. Bajo a reunir a los chicos, S. lo intuye al momento, L. se suma pocos segundos después, nos sentamos en la mesa. La noticia de que Zen es positivo nos llena de angustia ¿qué sigue? ¿qué hay que hacer? ¿cómo protegernos? ¿estamos expuestos? Obvio, todas las dudas empiezan a surgir, más y aún con la angustia de si habremos contagiado al padre de ellos. Cada cual toma la forma de su personalidad para sobrellevar el asunto: S. explota, L. se encierra en su cuarto. Yo me siento culpable, típico de madre. Me veo actuar como una zombie. Limpiando todo nuevamente, fuera de mi, hundida en pensamientos exóticos. Tras la semana de temores sin comprobación, la confirmación nos sume en el fatalismo. Empiezo a somatizar que también lo tengo. Mando mensajes a mi amorcito cero alentadores. Pobre, como si no fuera suficiente saberse positivo. Llegan los medicamentos. Otros dos mil pesos no contemplados. Ni pedo. Nada como mantenernos sanos.

Entro en conflicto sobre si salir o no a comprar comida para el perro… decido hablarle a mi súper Bucina Navratilova, mi vecina L. Me trae comida para el perro en una cubetita, palomitas y mucho amor. Me siento bendecida. Acompañada, esta sensación de páramo se diluye. Somos red. Me atrevo a comentarlo con mi jefa L., me ofrece opciones por medio del INBAL, somos red.

Me duermo en esta tela de protección.

Yo y mis mensajes…, ejemplo de lo que no hay que hacer….

[7:07 p. m., 7/6/2020] Itzia: asustada porque me sigue doliendo el corazón, con poca energía y creo que tengo fiebre, pero el termómetro digital dice que estoy en 36. ¿Tu tienes la otra pila?

[7:42 p. m., 7/6/2020] Itzia: Ya cambié las pilas, esta todo bien, solo es mi miedo.

El domingo hablo con mi neuróloga, insiste en que no deje la vitamina D. Subimos la dosis de 4000 unidades a 8000. Le comento de lo arritmia o taquicardia. Me lo dice clarísimo: Es la ansiedad lo que te provoca la taquicardia, me pide que tome el CDB de forma mas regular, que suba incluso la dosis y me mantenga en paz lo mas posible, quedamos de vernos en video llamada con calma el lunes.


Llega el lunes 8 de junio.

Lo comunico a mis colegas, mis compañeros en este momento exótico, la familia extendida y diaria. Me extienden apoyo en la red del trabajo. Me siento bien de compartirlo, pero ahora es S. quien somatiza. La computadora que acabo de conseguirle está a 5 metros del cuarto donde Zen está. La idea de subir la aterra, el estar ahí la pone mal. Pero lo que sí es cierto es que le duele la garganta. Tomamos decisiones: hablarle al doctor. Que nos trate a todos el mismo médico.

El médico, comenta que lo ideal sería hacernos los tres la prueba. Pero, en lo que son peras o manzanas, llegan tres recetas igualmente extensas de medicación. Ni pex… otros cuatro mil pesos no contemplados. Se va la lana que tenia para pagar el CBD.

Hablo con mi neuróloga, revisamos medicaciones, nada se contrapone, hablamos de dietas. Saco el tabla de la dieta que sigo para la esclerosis múltiple (best diet cookbook de Direct MS)… esa, con su variante tropicalizada, es la que determino que debemos seguir todos…


WEEKLY MEAL PLAN EXAMPLE

Eating healthy does not have to feel restrictive. Here is an example!

MON TUES WED THURS FRI SAT SUN
smoothie smoked salmon or left over protein from dinner night before tea, coffee or water bowl of fresh berries (blueberries, raspberries, strawberries) leftover protein from dinner night before tea, coffee or water trail mix with a mixture of nuts, seeds and dried fruit banana or orange tea, coffee or water bowl of blueberries, prunes toasted rice bread or rice crackers with almond or cashew butter tea, coffee or water smoothie toasted rice bread with avocado tea, coffee or water gluten-free chicken
or beef sausages eggs
(if tolerated) fruit tea, coffee or water
gluten-free waffles bacon fruit tea, coffee or water
leftover roast or chicken dinner fresh vegetables or salad fruit and nuts • broccoli and tomato soup (page 78) • fruit • leftover salad rolls • fruit • leftover stir fry • fruit • salad with lots of leafy greens and vegetables * option to add protein (canned salmon, tuna, leftover fish or chicken) • fruit tuna or chicken sandwich on a gluten- free bun or gluten-free wrap fresh vegetables fruit • roasted chicken (store bought) • fresh vegetables or salad • fruit
• maple salmon (page 117) * make extra salmon to have at breakfast the next day) roasted vegetables roasted potatoes fruit • salad rolls with chicken or shrimp (page 167) * make extra for lunch the next day) • fruit • vegetable stir-fry with chicken or shrimp (page 169) * make extra for lunch the next day • fruit • garlic lemon pickerel (page 114) * make extra fish for lunch the next day roasted vegetables basic greens salad (page 88) fruit • dine out (e.g. chicken curry and rice at a Thai restaurant) vegetable soup in Instant Pot (page 197) add chicken to soup if you want a protein basic greens salad (page 88) fruit • beef roast or oven roasted chicken * make extra for breakfast and lunches throughout the week roasted potatoes asparagus or other vegetable salad apple crumble (page 234)

* Remember to include snacks between meals such as fresh fruit, vegetables, trail mix (nuts, seeds, dried fruit), gluten-free crackers or jerky between meals. This will keep your energy up, increase nutrients and prevent you from craving foods you have eliminated.


Martes 9 de junio.

Le aviso al padre de mis hijos, a mi familia, todos en sintonía. El apoyo de parte de las hermanas de Zen, las mas cercanas, las más dispuestas, se hace sentir al momento

Nos traen un buen de comida de pronto resulta que la misma despensa pensada se duplica.

Son una bendición. Están al tanto. Eso sería más que suficiente, pero, hacen mucho más.

Logro contactar a mi neuróloga del IMSS, me dice que no hay pruebas disponibles en la clínica donde me atiendo, que estará viendo si logra encontrar en estos días. A las 11 de la noche recibo un correo de la Subdirectora de Bellas Artes, sus gestiones permiten que nos den lugar y hora para hacer la prueba al día siguiente. Hay que estar pilas y levantarse temprano. Agradezco el gesto, la atención, el cuidado.

Somos red.

Pero la ansiedad gana esa noche, escucho algo terrible que me despierta, siento que me falta al aire, que no puedo respirar.

Quiero irme al primer hospital que me indiquen. Le aviso a mi amorcito…,

Otro de los mensajes de pánico que hubiera querido evitarle:

[4:43 a. m., 10/6/2020] Itzia: Amor. Tengo una fosa nasal tapada. Me puse la mometasona pero solo salió un poco de moco con sangre. Voy a marcar al 911.

[4:44 a. m., 10/6/2020] Itzia: No se si esperar. ¿Que opinas?

[4:44 a. m., 10/6/2020] Zenen: Ok

[4:46 a. m., 10/6/2020] Zenen: ¿Puedes esperar?

[4:46 a. m., 10/6/2020] Itzia: Si

[4:46 a. m., 10/6/2020] Zenen: Yo esperaría

[4:47 a. m., 10/6/2020] Itzia: Ok

[4:47 a. m., 10/6/2020] Itzia: Gracias. Perdón. Si es lo. Mejor. Beso

[4:47 a. m., 10/6/2020] Zenen: Va

[4:47 a. m., 10/6/2020] Zenen: Beso

[4:48 a. m., 10/6/2020] Zenen: Tuve un mal sueño y creo que grité, ¿te desperté?

[4:48 a. m., 10/6/2020] Itzia: Ya estaba despierta.

[4:48 a. m., 10/6/2020] Zenen: ¿Oíste algo?

[4:48 a. m., 10/6/2020] Itzia: Si. Como un argh

[4:49 a. m., 10/6/2020] Zenen: Si. Era yo��

[4:49 a. m., 10/6/2020] Itzia: ��

[4:49 a. m., 10/6/2020] Zenen: ❤

No hablo al 911. Me doy cuenta que es nuevamente una crisis de ansiedad.

Medito. Me calmo, me doy cuenta que mis inhalaciones y exhalaciones tienen un ritmo de hasta 1 minuto en un ciclo continuo. Todo esta bien, estoy normal, tengo que calmarme.

Me tomo medio gotero de CBD y pongo la alarma.


Miércoles 10.

Día de la prueba con mis hijos.

Nos despertamos en silencio. Comemos en silencio, nos subimos al auto en silencio, por un momento pienso que debo volver por algunos papeles, pero me doy cuenta que tengo todo en el celular.

Seguimos, a los pocos metros noto que no tengo gasolina, la parada pone a los chicos nerviosos, pero el trabajo es eficiente y cargamos muy prontamente.

Subimos por el circuito interior, en el silencio la ciudad se extiende, interminable, los minutos y las distancias se sienten enormes, es el efecto de estar tanto tiempo encerrados. Llegamos.

CENTRO DE SALUD RAFAEL RAMIREZ SUÁREZ. Avenida Montevideo 555 y 17 de mayo. Delegación Gustavo A. Madero.

Nos recibe una asistente sin tapabocas. Temo. Al momento vuelve con guantes y nuevo tapabocas, me explica que se los cambian diario y no le habían llegado los del día, están empezando. En la sala de espera esta un hombre y una familia de tres, el padre se infecto y lleva a su exmujer y al hijo con quien pasó unos días. La mujer entra primero, luego el niño. Salen pronto, se van, llega el turno del hombre, entra sale muy rápido, se va. Nos comentan que tiene programada nuestras pruebas en 10 minutos; me doy cuenta que todo lo tienen controlado: el tiempo, las citas, las pruebas, los protocolos de entrada y salida. Entre nosotros tres y los que sigan hay un espacio de 45 minutos, no habrá aglomeraciones. Se juntaron 3 por que estaban empezando. El espacio de la prueba es una carpa afuera de la clínica, nunca entramos a las instalaciones.

Entra L. primero, sale dolido de la nariz, le picó mucho. Luego S., también comenta que lo molesto es eso: el hisopo en la fosa nasal. Luego yo. La enfermera me comenta que debo hablar 7 días después para ver resultados, le cuento del tratamiento, me pide que se lo comente a detalle. La enfermera revisa el seguimiento del doctor y, aclarando que no es médica, pero sí enfermera, me dice que es un mega preventivo. Su actitud dulce me recuerda a Araceli, ella se llama Paula y también es menudita y joven. En su visera de astronauta celeste se asoman unos ojos enormes, maquillados coquetamente.

Salimos. Concluimos que la clínica, aunque este lejos de casa, es un espacio limpio, abierto y amables todos. ¡Y las pruebas gratis! Amo a mi trabajo, agradezco a mis jefas. Somos red.

Volvemos en silencio, pero es un silencio distinto, un silencio amable. De satisfacción de que estamos haciendo lo correcto y de que todo estará bien. Por primera ves en días, el run run de mi corazón parece haberse ido a dormir.

A partir de la dieta voy pidiendo comida. La familia de mi amorcito nos trae de todo, hasta dos veces. Cuando llegó el sanitizador, al inicio nos pareció exagerado, pero la verdad está increíble. Por indicación de J., el doctor, el primero en usarlo fue Zen. Luego él mismo lo cargó de nuevo y lo desinfectó para que lo usáramos. L. me ayudó a sanitizar toda la casa.


Jueves 11.

Día de terapia virtual. Desde hace un par de meses accedí -y estoy sumamente agradecida de haber sido elegida por ellas- a ser tratada por 3 pasantes cada 15 días para revisar los protocolos de la bio -descodificación en casos de esclerosis. Hoy toca seguimiento. Nos conectamos, les cuento toda la historia. Me ven muy nerviosa. Lo estoy. Una de ellas alza la mano en esa virtualidad tan íntimamente extraña que nos conecta…, resulta que además de estudiante de bio – descodificación, es médica. No tenia idea. Me habla sobre el gran factor de miedo que conlleva el no saber el desenvolvimiento de la enfermedad y cómo el miedo no ayuda, sino alimenta el avance del virus.

Nos cuenta como llegan los casos de crisis de ansiedad en la clínica donde trabaja ahora. Las enfermeras van con ella porque la bio – descodificación las calma.

Norma trata con enfermeras que llegan convencidas de tener el virus porque el paciente les tosió en la mascarilla, porque tocaron sangre contaminada, porque descubrieron un agujero en sus trajes de astronautas tras la jornada. Porque llevan días sin ver a sus familias y aunque lo mas que quieren es abrazarlos, temen verlos. En su relato expresa que en todos los casos el factor miedo es el gran reto para mantener al virus en lo que es: un virus. Me invita a no sacarlo de proporción, en confiar en la ciencia y las alternativas de lo alternativos. Me plantea hacer una meditación guiada. Ni dudo… ¡Claro, por favor vámonos de aquí! ¡Llévenme!

Me voy con ellas a un viaje hacia mi momento más temido, ahí me hacen ver el “polo de la experiencia”. Vamos revisando qué siento, donde en el cuerpo, instalado el reconocimiento del dolor en el cuerpo, cómo guío mi energía y pensamiento hacia ese lugar que el cuerpo ha guardado como depositario de un recuerdo aterrador.

Voy visualizando un color, surge en mi mente un rojo – naranja. Protegida en el color, una vez dentro del dolor y de la imaginar la geografía del cuerpo, se establece un extraño pacto donde el recuerdo del dolor en el presente (cubierto de rojo – naranja) neutraliza el miedo. Se vuelve un color que mi mente crea. Deja, poco a poco de sentirse en el cuerpo y se concretiza en la mente.

Conforme el recuerdo se vuelve a suceder, el dolor en cuello se ablanda. El recuerdo se desvanece.

De ahí nos vamos a un momento de felicidad, este se vuelve azul turquésa.

Es un recuerdo real:

Tengo 23 años, estoy haciendo de muertito, flotando en el mar de Mermejita, en Mazunte. Floto, agradezco al sol, siento las olas acariciarme. Ese recuerdo también sigue en el cuerpo, en la piel de alguna forma, en la sensación de flotación.

Ahí, en él tomo fuerzas. Me envuelvo ahora de la sensación que me provoca ese recuerdo, y aparece un color azul turquesa con olor a piña.

Y ahí me quedo, un rato.

Disfruto el sabor de una fruta que usualmente no me encanta, pero que ahora se instala como placentera. Cuando la meditación termina, hay una sensación de alivio.

Cerramos la sesión agradecidas.

Hasta aquí vamos 15 días de aventura, falta un poco mas, quizás otros 15, quizás solo 7 días. No lo sabemos, todo depende de la llegada de las pruebas.

Ya iré contando, pero por lo pronto, tenía esta enorme necesidad de compartir, por si de algo sirve la experiencia.


Conclusiones en corto:

  • El miedo es mas peligroso que el virus, meditemos, respiremos. Usar algo que te calme, pero que no te apendeje, ayuda. En mi caso funciona el CBD, y esta app… https://insighttimer.com/ .

  • Si hay chance de tener MMS y /o Plata coloidal, no va mal seguir los protocolos. No dudo que mi amorcito en sus días de MMS le paró el avance al virus. Y cuando llegó el medicamento, ya su cuerpo estaba súper clorado , limpio de otros bichos de los cuales el coronavirus se alimenta para jodernos. Estaba listo para recibir a la maravillosa ciencia de la alopatía. Dudas sobre MMS y/o Plata coloidal: Ámbar Sarmiento +1 (781) 363-5060. Experta en…

  • No viene al caso agotarse lavando. Tras tres días de obsesión lo único que logré fue bajar defensas. Hice un plan: hago un área a fondo por día, la hago como una meditación y como ejercicio. Lo único que mantengo limpio de forma diaria ese el baño en común y la cocina. El baño al inicio del día tras mi primer uso, la cocina al final del día antes de irme a acostar.

  • Platos y cubiertos de mi amorcito van directo a una tina especial, se lavan de forma aparte y se secan y se guardan aparte. Él se hace cargo de su limpieza, no entro a su cuarto.

  • Instalé una silla al final del pasillo, así nos vemos a distancia y chismeamos y hasta da para poner el celular en medio y hablar con otros.

  • Al inicio usaba cloro para todo, pero me hace toser y mis hijos se asustan. El jabón Roma que trajo Graciela, hermana de mi amorcito, resultó mucho mejor. Con Roma lavo también la ropa.

Nota: termino esta primera crónica en junio 14, a las 8 am.


Junio 15. 7:22 pm.

Ayer en la noche, mi amorcito es dado de alta. No podemos intimar, pero si dormir juntos, Despertamos agarraditos de la mano. Mirándonos como conejitos asustados.

Hoy a las 9 am llamé a la clínica para saber el resultado de las pruebas. Los chicos no lo tienen…

…pero yo sí



 

2

Con prueba de SARS-COV-2 confirmada, Jaime Loaeza, el médico, nos pide continuar con el tratamiento a todos. No sabemos si los chicos, aunque su prueba fue negativa, podrían estar incubándolo. Si sí, el tratamiento no dejará que crezca. Si no, tendrán un buen de defensas ante mi propia evolución.

Tras escuchar una primera tos que se me escapa en el video chat de la consulta, Jaime suma, solo en mi caso, nebulizaciones y reposo.

Es turno de que mi amorcito me cuide a mí.

Todo va a estar bien.

Solo hay que calmarse un poco más. Ya les iré contando.

Comparto fotos del momento.



Lucas sanitizando. Tablero de seguimiento y medicinas. Cubiertos de Zen y míos, apartados.


Junio 16.

La reacción de pasar de cuidador a portador del virus me es un proceso difícil de explicar.

Lo intelectualizo como el paso del agente activo del cuidado práctico- aprendido, al ser el objeto del cuidado.

Pero vas más adentro.

Ahora es a mí misma a la que se necesita cuidar. No solo yo misma cuidarme a mí. Todos cuidarme a mí. Porque haya un solo enfermo el viaje sigue siendo colectivo. Acabamos de hacer una parada y ahora hay cambiar de conductor.

Es eso.

Incide en el ejercicio de dejar el poder, contrario al de empoderarse. Suena fácil pero cuando se es madre de familia, centro económico, esclerótica controlada, profesional activa, pretensa de escritora, si algo uno ha logrado – menos en la esclerosis-, es control. Y en ello, en ese control, el ego es muy grande porque ha sido un trabajo ganado y no es fácil desprenderse.

Por eso, de entrada, me confieso responsable. Sí. En este exceso, o inconsciencia, cometí la imprudencia de pensar que aún diagnosticada positiva, estaba todo en control. Esa parte de la soberbia de pensar “ya sé como es” y en ello, OJO:


 

definir – mantener – demostrar
que todo va a estar bien.

 


Por supuesto que podemos poner énfasis en el tema de género, pero creo que se enraíza más en el ser social, heredero del patriarcado común a hombres y hembras. Me suena mas existencial. Una, uno, todos, intrínsecamente conservamos la idea de controlar. Entonces, aunque ya no salí ni al balcón, con mucho control de mi misma me puse a cocinar, lavé como siempre y de pronto, sorpresa…

mi hijo estaba aterrado de verme ir y venir como si nada.

Claro, ellos no lo tenían… AUN… y en mi control, no era sensible a ello.

La gota que derramó el vaso fue cuando se me ocurrió hacer de comer. Mi hijo tomó su plato. Lo llevó a la cocina. Lo dejó ahí. Se lavó las manos. Se hizo de comer otra cosa y se encerró.

El mensaje aún ni siquiera me era claro. Es más, casi ordené que se lo comiera, era parte de mi SUPER DIETA AMOROSAMENTE INMUNE,

¡¿Cómo que me lo rechazaba?!

¡¡¿¿¿¿WTF con los gamers????!!

Al día siguiente, mi padre me llamó para “regañarme”. L. le pidió que lo hiciera, que me dijera que me quedara lejos de la comida, que le daba terror verme por la casa circulando. Así que me dejé regañar. Al colgar, automáticamente sonó otra vez el celular, ahora el padre de mis hijos, mucho mas confrontativo, me la armaba de jamón; ya saben (emoji de bostezo). Tras blablablá…

I: Conclusión: si les dejo de cocinar ¿tú les traes la comida? Digo, la dieta de un adolescente gamer puede ser palomitas y cherrios toda una vida.”

Pero ante la practicidad de la respuesta la discusión se desvió hacia las tóxicas formas que uno hereda y que, pese a los divorcios, se quedan y se quedan. Que pena que ni en un estado de excepción como éste se superen. Si bien el reclamo es el auténtico, el tono es agresivo, ¡vivan los divorcios y no vivir con eso cada vez que hay tomas un cubierto!

Pero finaaaaalmente (tras dos emojis de aburrición total). Lo logro. El papá les traerá comida a sus hijos ¡Yei!

Qué difícil lo más fácil.

Zen, reservado, nota la discusión a distancia. Por momentos, en su mirada siento esa lucha masculina por el territorio hembra, a que por lado hay que contener y por el otro proteger. Pero, tras lo intelectualizamos juntos y frenamos enseguida.

Y sí hay algo que aprender: ando demasiado ligera, esparciendo mi amoroso coronavirus, fiel a la idea del rebaño.

Será porque aun conservo la memoria de cuando mis hijos tuvieron varicela y la mamá de Mauricio, el maestro albañil que remodelaba la casa, le pidió que me dijera si podía llevar a sus nietos chicos a jugar ahí, con mis hijos, para que de una vez se contagiaran en esas vacaciones. Tres días después, un 3 de mayo, con Lucas en plena varicela, hicimos la comida de la Santa Cruz, y fuimos todos a la iglesia a bendecir la cruz que luego pusimos en el patio. Los hijos y sobrinos de Mauricio, el albañil, de 3, 4 y 6 años se contagiaron. Al mes, la abuela estaba agradecida.

Pero esto era otra cosa.

En ese mismo momento me aíslo. Toda la estafeta de limpieza y cuidado caen en Zen. Seguramente estaba pensando en como proveer cuando de pronto suena el timbre. Llega una despensa inesperada… Zen sube sorprendido, nos han traído unas maravillas: frutas, verduras, leches, huevos, queso pan, tortillas, miel, dulce de almendras, en fin… nunca hemos hecho un súper así de surtido, que, por supuesto, nos obliga a cancelar al momento a Gastronautas, nuestro proveedor base.

Luego la intriga. Pues no. No es del padre de los chicos (emoji de desilusión comprobada), tampoco es la familia de Zen. ¡¿Quién carajos manda una compra de miles de pesos del city market así nomás, de anónimo?! Me la pone de tarea.

En mi familia todos viven fuera de la ciudad. Pero… Somos red… Así que abro el chat de los Pats y los veo muy calladitos. Sospecho. Al momento llega un mensaje privado. Mi tío Jesús pregunta si todo bien… ¡Ja! Se acaban de delatar. Pero y si no y le cuento, mi tía Flor, luego luego va a enviar otra canasta. Lo sé porque la conozco y no se va a quedar atrás… así que mejor me freno. Hablo con los dos, como si nada. Sospechamos que sospecho, y dejamos la conversación mandándonos abrazos.

Están preocupados. Lo sé.

Al ratito vuelven a tocar la puerta… me asomo, veo a Zen en el balcón. Al momento sube: al repartidor se le olvidó la nota. La abrimos juntos. Está llena de cariños de mis primos, firman los cinco hijos de Flor y Jesús, ellos dos y su enorme familia extendida. Claro, solo con una tribu así de extensa se hace una vaca para hacer un supersote en estos tiempos. Somos red. Casi a la par, recibo mensaje de mi prima, ¡furiosa! se acaban de enterar que el repartidor entregó todo, menos lo más importante: la nota.

El momento, una bella comedia de enredos, fue de los eventos mas divertidos del encierro. Gracias, primos, por tanta risa, tan necesaria, tan liberadora en este momento de extrañeza. Y por el súper. ¡Qué paro!

Como, desayuno y ceno en el patiecito. No bajo en varios días. 3 o 4. Sé que fueron los mas intensos o el pico de mi caso, porque a la dosis de medicinas tomadas llegaron las inhalaciones por bronco-respirador y la tos se hizo más frecuente.

Lo bueno es que ya tenía un inhalador de cuando S., muy chiquita tuvo inicios de asma, pero justo tras el primer combinado de agua con dexametasona, dejo de servir. Nuevamente le red trajo uno a las puertas de mi casa. Llegó en menos de una hora. Lo que es hablar y poder ser escuchada.

Lo es todo.

Los días del pico de mi caso honestamente nunca me sentí realmente mal. Solo si estaba relajada y me observaba, tenía la sensación de que algo -el virus o su idea-, estaba tratando de entrar. Se manifestaba en como levecitos tics, las toses, de pronto más hondas, mareos muy leves. Nada grave.

Nada que uno pudiera realmente identificar a menos que estés calmado, observándote.

Entendí que debía de estar alerta, en guardia, casi sin moverme. Respirando, oxigenado al cuerpo, fortaleciendo esos tejidos del pulmón que estaban en riesgo de ser caldo de cultivo.

Concentrada en eso sucedió una exploración interesante. En el viaje de dejarse cuidar, recibir los dones del cariño de la fragilidad propia y la dependencia resultaron balsámicos.

Mientras que a L. no lo vi en esos días a S. la vi diario. Subía con sana distancia y comió siempre con nosotros. Su actitud frente a mi aislamiento, fue totalmente opuesta la que tuvo con el de Zen. Obvio soy su madre y quería estar cerca de mí, ver si evolucionaba el peligro, estar como testigo de la mejoría.

Compartimos los tres, Zen yo y S. sobremesas como nunca. Sinceras, cálidas, ya no de familias compuesta que siempre se sigue acomodando, porque así es…, sino de humanos libres en el cerco de un momento inimaginable de la historia.

Coincidió con la invitación a releer La peste de Camus. Vino desde el chat Leer en cuarentena, de José Antonio Lugo, donde hay un buen de picuditos y varios, como yo, colados, testigos silentes de la sabiduría y el buen gusto -hasta que se ponen políticos, ahí sí guáchalas-. Y en ese chat, desde marzo, cuando empezó todo, se comentó mucho su relectura. Asumí el llamado del cliché literario y acabé La Peste casi a la par que acabé con mis días críticos. Su luz sobre el tema humano a lo macro y micro, vigente total, es una belleza.

En algún momento del 16 de junio, recibo este messenger

Hola Itzia, estás bien? Veo que estás en seguimiento a la recuperación, del virus de moda?

Vives en Ciudad de Méx?

Itzia

Sipi. Todo bien. Sorteandola

Ve a Par Biomagnetico

Que te quiten todo reservorio, ve ya

Cuánto antes

Itzia

Donde está

Maricarmen Cuellar •Atizapan de Zaragoza •Colonia Condesa •Colonia del Valle WhatsApp 5554090319

Itzia

Ok. Gracias

Es la más Chingona, saca cita por whats, dile que es urgente

De parte mía

Como no me pareció mala idea, llamé. Aceptaron tratarme. La idea de ir a un lugar a tratarme me parecía excelente y los imanes ya habían probado efectividad en el período de recuperación de mi brote de esclerosis, así que hice la cita para el día 19.

Zen me llevó, fue la única salida que hice; es cierto que uno pierde noción de las distancias. En la calle, los dos locales estaban activos. En uno se terminaban las remodelaciones para ponerlo en renta, en el otro empezaban las adecuaciones para inaugurarlo. Y el edificio, mi refugio, visto desde abajo tras muchos días de encierro me parecía enooorme.

Me abrió la imanóloga. De uniforme pero sin tapa bocas. Se veía muy sana, me inspiró confianza. Pero cuando empecé a llenar la ficha de información, se advertía la contraindicación de hacer imanes si estaba uno en tratamiento de corticoides.

Algo me hizo dudar, mandé mansaje a Jaime, no me contestó, pero la neuróloga sí.

Yamel me explicó que sí, la Dexametasona es cortisona. Sugirió no hacer los imanes en ese momento ahora, sino 15 días después de que me den de alta. Y eso acordamos con Maricarmen,

Me quedé pensando en esos valores eléctricos alterados, el cuerpo mismo como un huracán de polos positivos y negativos. La imagen de miles de camillas llenas de enfermos, en una lucha mucha más grave que la mía, rodeados /envueltos en esos polos me pareció fenoménico, empecé a alucinar electricidad en todos lados, y esa noche… hubo una acción manifiesta que aún me deja mucho que pensar.


20 de junio, 5 am.

Como muchas madrugadas, en la del 20 estaba completamente despierta, haciendo un trabajo de chikun sanador, acostada en mi cama, mirando al techo. Afuera llovía, pero no fuerte. Apenas podía escucharse de fondo y la humedad en el ambiente era bastante amable. Solo las ambulancias, que no cesaron esa noche y se repetían en diversos ecos, rompían el ambiente de fondo de vez en cuando.

Pero ya me había acostumbrado a ellas y todo iba bien. El chi se movía en mi médula espinal, protegía mis lesiones, las curaba, seguía hacia mi cerebelo, me bañaba de luz verde- turquesa que al caer se volvía dorada. En fin, el caso es que el paraíso del chi kun se quebró de pronto cuando súbitamente todo el cuarto, la casa entera, la ciudad, en mi locura el mundo, se iluminó con un enorme flashazo.



Retumbó la tierra y Zen despertó asombrado. Escuché a mis hijos moverse en el piso de abajo. A todos nos despertó.

Energía. Electricidad. El virus no tiene vida. Es un conjunto de energía positiva y negativa…

¿tendría algo que ver… la llegada del rayo con lo ya comentado sobre las camillas llenas de enfermos, rodeados /envueltos en esos polos?

Imposible de responder. Lo anoto en mi diario como “coincidentemente fenoménico”.


Domingo 21 de junio.

En la madrugada, en medio de las sábanas nuestras manos se encuentran. Nos enlazamos. Sabemos que algo extraordinario quedará siempre. Inmunes quizás momentáneamente, nos sabemos juntos en esta película no guionizada donde el domestic noir tiene un cariz de melodrama esotérico. Entendemos que estamos llegando al fin de la aventura y nos besamos.

Al fin, en días.

Y nos amamos, sin temores, al fin, de nuevo.

El tratamiento de antivirales también se acaba. Salí del peligro.

Decido que es momento de despedir la enfermedad y acepto el Reiki de Isa (55 5410 1084) que resulta buenísima.

Escuchándola desde el video chat, la siento entrar en mí. Siento el calor de sus manos cerca, limpiándome poderosas, llevándome a la recta final.

Al finalizar me encuentro con las hermosas flores que Paty me dejara, las miro agradecida, las pongo en el altar.

Esa noche Jaime me da de alta. Me pide que espere hasta el miércoles para salir a la calle. Mi tos, que ha bajado notoriamente, indica que sigo expectorando y aunque en teoría ya no soy contagiadora, puesto que la tos es una reacción que me puede durar incluso meses, mejor no andar tosiendo por ahí.

Los chicos ya pueden salir. Pero no quieren. La pregunta es obvia: ¿a qué? Hace un mes saldrían corriendo a comprar porquerías al Oxxo, pero en los hábitos se perdieron, no existen. La normalidad ya no lo será. Habrá que inventarse otra.

Hago un ritual de purificación hirviendo las flores que me trajo Paty en canela y aceite de coco. Guardo el bálsamo y lo pongo en el baño. Será mi agua bendita. Lo que dure. Me baño y bajo por primera vez en días.

L. Sigue distanciado, sospecho que su rechazo va mas allá.


Miércoles 23 de junio.

Zen se va a chambear, la vida sigue, pero de pronto suena la alerta sísmica y sin chistar los tres salimos a la calle. Con perro y todo.

En medio de la sacudida, nos abrazamos, los tres.

Ellos, que se odian como buenos hermanos adolescentes, se abrazan.

L. que hace 7 días que no puede ni mirarme, se aferra a mí.

Nos abrazamos sin tapabocas. Miramos la casa mecerse suavemente, sin afectaciones. Unidos en un abrazo desolador que espera la llegada de cualquier otra tragedia, los tres derramamos lagrimas. Sin decirnos absolutamente nada, meciéndonos en nuestro propio abrazo, hacemos una catarsis silenciosa

Finaliza el vaivén, nos separamos, reímos. Nos miramos.

No hay que decir nada, hablar de uno, aquí, así, lo arruinaría todo… En el silencio los tres sabemos que este momento tembloroso nos pone en lo que hacia tiempo no pasaba. Meses, años incluso:

estar juntos en el mismo abrazo

FIN.


 

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