¡Espérame en Siberia, vida mía!

El marqués del Corcel de Santiago -título pontificio otorgado por el papa Celedonio XXVI a don Ernesto Raburrieta para conmemorar los éxitos de sus caballos de carreras- estaba enamorado de Palmera Suaretti hasta la inflamación del endocardio.

A ciertas edades (de los quince años a los cuarenta y de los cuarenta a los ciento diez) cuando el amor ataca, lo hace con gases asfixiantes y es pueril intentar resistir el ataque.

Ni los atacados pueden resistir al amor ni las demás personas pueden resistir a los atacados.

Un hombre que se enamora es siempre un imbécil elevado al cubo. Cuando se trata de un individuo genial, ese individuo escribe La Divina Comedia (caso Dante Alighieri) y le amarga la vida para siempre a la Humanidad. Y por el contrario, cuando se trata de un hombre vulgar, ese hombre hace oposiciones a Hacienda, se casa en la parroquia (caso Juan Sánchez) y se amarga la vida para siempre a sí mismo.

(Esto último es lo más razonable y lo que yo me permito aconsejar a los enamorados.)

Enrique Jardiel Poncela

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