La función del contemplador de las estrellas

El mero contemplador de estrellas, aunque no tenga necesariamente que ser indiferente a lo que ocurre en su interior, a los átomos y a los componentes de los átomos con que se deleitan los astrónomos modernos, conserva ese amor, ese gusto por el aspecto del cielo estrellado que ha poseído al hombre desde que se elevó a la dignidad de humano, y que tal vez haya sido la causa de que la haya alcanzado. Mientras las contempla, puede sentir todavía la alegría del pastor homérico, la veneración de egipcios y caldeos, la curiosidad de los primeros matemáticos. La cintilante Sirio, amada, nombrada y estudiada por hombres que vivieron hace cinco mil años, es todavía más atractiva para él, inclusive, que su compañera recientemente descubierta, una enana blanca, que, a simple vista, ningún ojo humano ha visto ni verá jamás. Y cuando trata de averiguar el desarrollo de la antigua astronomía, el contemplador de estrellas tiene una clara ventaja sobre el astrónomo que no lo sea. Porque los primeros astrónomos fueron contempladores, sin que importe en lo que se hayan convertido sus sucesores.

E. J. Webb. Los nombres de las estrellas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *