Responde

Este mes se ha sentido asfixiante, últimamente no concibo la realidad y me encuentro leyendo frases familiares que no son para mi, aunque quisiera que si. Me veo rememorando un tiempo que se siente tan lejano, donde cada año que ha pasado se siente como una década, como una vida pasada de la que solo quedan reminiscencias a las que me aferro desesperadamente por miedo a pensar que todo fue un sueño. Busco las fotos pero las borré y quemé, busco las cartas pero en ninguna escribía tu nombre. Cierro los ojos y recuerdo aquellos instantes en los que fuimos tan tan felices y se siente cada vez más como algo que no sucedió. O que sucedió pero en otra dimensión y yo solo lo soñé.

A veces siento que eso es lo único que yo se hacer; soñar, imaginar, pensar en todas esas dimensiones en las que la burbuja de felicidad que tuvimos tú y yo no se quebró tan pronto ni estando tan arriba en el cielo… haciendo la caída tan brutal que aún hoy, tantos años después me encuentro nuevas heridas, nuevos dolores que se activan con el frío….

Y sin embargo aquí estoy, más de mil días han pasado y yo sigo aquí, pensando, pensando en todo y en nada, pensando en ti y en él, y en ella y en mi… pensando, imaginando, queriendo y temiendo encontrarte, temiendo invocarte sin querer por repetir tanto tu nombre en mi cabeza. Tu nombre. Trato de recordar tu voz y no puedo, trato de recordar tu rostro y no puedo. Solo tu nombre flota claro en mi memoria. ¿Tengo que vivir con este recuerdo de ti habitando como una sombra por el resto de mi vida? Siento que me acompañas siempre, pero no eres tú realmente, no, eres la versión que quedó en mi mente. También recuerdo a la versión de mi que estaba enamorada de ti, la que confiaba, la que creía, la ingenua, incrédula, la admiro y la extraño y al mismo tiempo agradezco ya no ser ella.

Pero se que quedan reminiscencias de esa versión de mi, lo se por que si cierro los ojos aún pienso en ti, aún recuerdo ese sueter negro deshilachado y lleno de agujeros de cigarro que solo usabas los fines de semana, me gustaba ponerlo encima de mi cuerpo desnudo, me gustaba sentir el tacto de la tela fría, y meter los dedos por los agujeros que habían dejado los cigarros, agrandándolos. Me gustaba abrazarme a mi misma con ese sueter cuando no estabas, cuando salías por café y yo te esperaba en cama, lo abrazaba fuerte, tan fuerte como abrazaba esos días, tan fuerte como intento hoy recordarlos. Todavía recuerdo claro cuando bailamos descalzos en el piso de madera de tu cuarto, a oscuras con velas. Cuando me dio fiebre y se fue la luz y me cuidaste toda la noche, aún recuerdo.

Lucho contra todos mis impulsos para no hablarte, para no desperdiciar más energía pensando en ti sabiendo que tú ya estás en otro mundo con alguien más, sabiendo que además de amor, también me enseñaste el dolor como nadie más lo ha hecho. Es ridículo y deprimente estar escribiendo esto, estar tan pinche aferrada a cosas que ya no existen, pero aquí estoy, odiándote con toda mi alma incapaz de soltar una imagen falsa de ti, aquí estoy esperando que, donde sea que estés, tu mente y tu ingenio sigan siendo igual de mágicos que antes, y que tu humildad siga volando contigo.

P.D. Necesito pedirte un último favor: Necesito que me digas que te deje en paz. Necesito que me digas que deje de escribirte estas reflexiones esporádicas y sin sentido que vienen a mi cada vez que siento que pierdo el control de mi vida, necesito por favor, que respondas esto y me digas que estoy mal, que tengo que dejarte ir, que ya no estás, que esa versión de ti ya no existe. Por favor. Ayúdame a soltarte de una vez por todas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *